Un buen día oye decir al frutero «gracias, señor, o señora», y piensa que no se dirige a usted. Otro día empieza a vislumbrar cómo avanzan las canas hasta apoderarse de sus sienes y se tiñe el pelo. Por fin, se entera por el periódico: «Un anciano de sesenta y… años ha sido atropellado…». Y cae en la cuenta. Ha llegado. Acaba de entrar en un colectivo que en España suma alrededor de ocho millones de personas mayores de 60 años.
Si no tiene ninguna dolencia pensará que no es para tanto. Quizás organice una fiesta para sus amigos, se vaya de viaje, y decida que a partir de ese momento vivirá de regalo, puesto que tal vez nunca entró en sus cálculos llegar a tan respetable edad.
Algún amigo, algún antiguo amante puede que le mande un correo con un adjunto con foto y mensaje del tipo: «La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás. Pero sólo puede ser vivida mirando hacia delante». Pues bien, aproveche la imagen si es buena pero prepárese porque a partir de ahora, sin querer, va a empezar a prestar atención a noticias que antes le pillaban tan lejos como la publicación de estadísticas sobre chicos que llevan los pantalones caídos, los que enseñan los calzoncillos y los que no.
Es decir, noticias sobre salud, sobre no sé cuantas neuronas que se despistan al día por nuestras cabezas, sin saber dónde se colocan o por dónde se cuelan; sin olvidar la tensión arterial, las articulaciones y todas aquellas razones por las que tiene que seguir luchando con el espíritu curioso, predispuesto al humor…
Por no hablar de los recordatorios impresos desde donde alarman a toda página: «La ONU advierte a España de que en treinta y cinco años tendrá la población más envejecida del mundo. El número de personas mayores de 60 años se triplicará en 2050 y superará por primera vez al de niños (El País)».
¿Esto va a congelar su corazón? En este sentido no puede hacer gran cosa. A menos, que pase por la inseminación artificial si es mujer. En cambio si es hombre todavía está a tiempo de procrear siempre que una mujer más joven esté de acuerdo. Son muchos los que lo hacen.
¿Se imaginaba que Ana María Matute a los 83 años continuara reivindicando la fantasía al publicar su novela Paraíso inhabitado?
En cuanto al cine, recuerde a Fernando Fernán Gómez, ¿le parece que disminuyó su talento con los años, o al contrario? ¿Y si mira la lista de premios Nobel, Príncipe de Asturias, Cervantes…?
A cualquier trabajador le mandan a casa con 65 años, incluso mucho antes, pero ¿quién podría entender que no dejasen cantar o dirigir una orquesta a Plácido Domingo?
La imagen que los medios de comunicación dan de los mayores no suele ser muy positiva. Residencias, soledad, rentas bajas… pero eche un vistazo a las noticias de actualidad, las reuniones de banqueros, por ejemplo. Si hay siete personas en la foto, ¿cuantos tienen menos de 60 años? ¿Ha encontrado a alguno?
Pasemos a los empresarios. ¿Diría que predominan los jóvenes? No, en parte porque a estos altos cargos de los Consejos de Administración de empresas desde donde se teje el futuro económico del país, les cuesta mucho dejar sus bien remunerados sillones. Aunque hablando de tejer, unos de los que más se aplican son los pequeños y medianos empresarios. Y estos también se resisten a marcharse pero no suelen salir en la foto.
Pero, ¿hay límite de edad para emprender algo? ¿O quizás sólo se atreven los que no escuchan a los agoreros que pregonan que es imposible?
Desde luego no es que todos tengan que ser como Manuela Rodríguez, que con 62 años inauguró en los años ochenta su primera tienda —diecisiete metros cuadrados— de tinte y arreglo de ropas, La Retoucherie, y hoy cuenta con más de trescientos establecimientos en diecisiete países. Incluso Pekín y Shanghái tienen su franquicia. ¡Más quisiéramos tener esos años y ampliar un negocio con tanta marcha y proyección! El hecho de que las conquistas de los derechos laborales permitan a los trabajadores de 65 años dejar de trabajar, no significa que haya llegado el «retiro forzoso».
Ese momento que para algunos puede significar la depresión, la soledad, el vacío… es la base para nuevas conquistas. Explorar y agarrar cuanto la sociedad ofrece es otra forma de vida mejor.
Imagínese que se ha pasado cincuenta años franqueando cartas, poniendo inyecciones, sirviendo menús, moviendo el dinero de unas cuentas a otras, deteniendo a chorizos, fregando platos, cantando las mismas canciones, estirpando apéndices, invirtiendo en paraísos fiscales, barriendo la misma calle, vendiendo pólizas de seguros, escribiendo una novela que no termina nunca, presentándose a exámenes o corrigiéndolos…
¿Por qué a eso se le llamaría realización personal y a no tener trabajo caer en depresión?
Hacemos literatura o ciencia ficción de aquello que nos saca de la rutina. Al haber estado tanto tiempo trabajando, no sabemos si nuestro cerebro funcionará cuando le demos órdenes distintas.
Sólo hay una forma de saberlo: apagar el televisor, levantarse del sofá y poner en marcha una acción, una propuesta que nos hizo alguien, una idea que nos vino del pasado. ¿Qué es lo que teme? ¿No saber cómo empezar? Muévase, si no lo hace no lo sabrá nunca.
Y ahora sí que entra en un mundo mágico. Todo es nuevo, diferente a lo anterior, y por eso siempre sorprendente. Incluso cuando sea consciente se ilusionará por el simple hecho de haberse ilusionado.
Cumplir años no paraliza, paraliza la falta de futuro y aunque suene manido, el futuro para bien o para regular está en sus manos. Usted es el constructor de su entorno, de sus sueños. Nadie que no sea usted puede hacer lo que le corresponde hacer a usted.
Y aun cuando en un principio le resulte duro dar un paso detrás de otro y levantarse del sillón, tendrá que hacerlo si no quiere perderse aquello que soñó antes de parar la rotativa.
La vida no se acaba cuando la vida laboral se extingue. Aproveche, justo ahora, para darle a la manivela porque además de pasarlo bien es el jefe de su propia energía y libertad.
Hablemos claro: pasar la raya de los 60 años hoy, en un país europeo al menos, es aterrizar en un mundo donde realizar muchos proyectos nuevos, estudiar aquello que no pudo, reintentar algo que abandonó por el camino, atreverse incluso con lo que el miedo le hizo aparcar cuando era más joven: un amor, el bricolaje, tocar un instrumento, bailar tangos, hacer senderismo, convertirse en un gran cocinero, participar en tareas de voluntariado… Lo que se le ocurra y esté dispuesto a construir. También cuidar a los nietos si los tiene. Y a los amigos. Y a usted mismo, por supuesto, porque si no poco o casi nada podrá ayudar a los otros.
Cuenta con la libertad de los que tienen que rendir cada vez menos cuentas; no tiene que cumplir, no tiene que agradar. La vanidad va disminuyendo, la conciencia se ensancha y tiene una fortuna en tiempo para crear aquello que dejó en suspenso porque las prioridades, más prosaicas, siempre eran otras. Y ya es hora de llenar muchos de los miedos al vacío contra los que no se atrevió. Ya es tiempo de revancha contra las endiabladas inercias, sólo necesita colmar de ilusión y risa, cuanta más mejor, este nuevo periodo de su vida.
¿Qué se pretende con este libro-blog? Reivindicar el cumplir años con las ganas de ver, gustar, oler, saber, contar, amar… no sólo intactas sino más desarrolladas, aún si cabe, que cuando la rutina, en muchos casos carga, le empujó a huir de aquello con lo que podía crecer y disfrutar.
Ha llegado la hora de respirar sabiendo que respira. Ha llegado el momento de exponerse más, de escalar esta gran montaña. Ya contamos con que a medida que se asciende, las fuerzas disminuirán. A cambio la mirada será más libre y las vistas más amplias.
A partir de los 60 años, con dos manos, dos piernas y un cerebro yendo a todo gas, no habrá quien le pare. Hay ejemplos de ello.