Rosa L., madrugó incluso más que si tuviera que ir al colegio a impartir su clase de matemáticas a veintitantos chicos por hora, no siempre dispuestos a aprender. Pero esta vez para conseguir algo más divertido.
—Lo que más quería era reírme. Así que hice la correspondiente cola en Centro Caixa para conseguir una plaza en un taller de Risoterapia. Lo mejor que podía haber hecho.
—¿Necesitaba desinhibirse?
—Desinhibirme, relajarme, jugar, bailar, ejercitar la respiración… llorar de risa.
—¿Dio resultado?
—Desde luego. Me voy a regalar un tiempo para que mi cuerpo aprenda lo que necesite sin tomar apuntes, sin horas y horas de arduo estudio. Por ahora sólo ampliaré mi capacidad de sentir. Yo como Maruja Torres, que cuando ganó el premio Nadal dijo en una entrevista que encaraba la madurez como una resistente de la vida, nunca como una resignada. Y reírme me parece la mejor manera de resistir.