¿Es hiperactivo o le llama el butacón?
¿La naturaleza habría dotado a su cuerpo de más de doscientos huesos y más de seiscientos músculos si no fuera pensando en usted como un diseño móvil? Movernos es lo que hacemos a destajo entre nuestro periodo de gestación y hasta nuestra adolescencia; algo menos durante nuestra juventud y cada vez menos conforme vamos cumpliendo años.
Hasta el punto de que según las conclusiones a las que ha llegado Albert-Laszlo Barabasi, de la Northeastern University de Boston y publicadas en la revista Nature.es los adultos recorremos los mismos sitios una y otra vez, y con frecuencia no salimos de un área aproximadamente de un radio de diez kilómetros.
El seguimiento se hizo a cien mil europeos usuarios de teléfonos móviles. Fueron seleccionados al azar entre una muestra de más de seis millones de personas. Cada llamada enviada o recibida de cada uno de los participantes quedaba registrada en una base de datos. La localización, con sus coordenadas; la fecha, con día, hora y minuto. Parece ser que somos tan predecibles que los investigadores podían cartografiar con precisión nuestras rutinas al cabo de tan sólo dos meses, aunque se dieron un periodo de seis para rematar el estudio de nuestro comportamiento y hábitos en cuanto a movilidad se refiere.
Puede que una vez al año nos traslademos unos kilómetros más allá, a la playa. Puede que volemos al otro lado del océano; tal vez Marco Polo llenó sus sueños adolescentes de aventuras y disfrute hoy con la literatura de viajes pero es una realidad que según las estadísticas, hasta un 66 por ciento de los adultos europeos no llega a alcanzar los treinta minutos de actividad física diaria recomendados, y uno de cada cuatro no realizan actividad alguna.
Sin embargo hay ejemplos de todo lo contrario. En Bilbao, tres mil quinientas personas han participado a lo largo de 2008 en el programa municipal de ejercicio físico para mayores de 60 años, incrementándose así en un 7 por ciento a la temporada anterior. El 80 por ciento de los participantes son mujeres y la media de edad supera los 74 años.
La condición humana, ya lo sabemos, exhibe muchas y diversas formas de encarar los años cumplidos. No es cuestión de juzgar a nadie si la elección que hace de su vida a partir de los 60 años, adopta unas decisiones que, a lo peor, no le benefician.
A veces las causas que nos llevan a pararnos, son miedos sobrevenidos, por angustias al porvenir o, sencillamente a pequeñas apatías que nos frenan precisamente cuando en la mayoría de los casos más necesitaríamos ser espoleados.
En cierta medida estas reacciones —tanto las que nos empujan a conocer a nuevos amigos, a hacer cosas que nunca hicimos, a hacer viajes donde la actividad física y mental, los bailes, las risas forman parte del panorama—, tienen su lógica, porque no siempre el tránsito de trabajar a no trabajar, de tener una pareja a no tenerla, de haber estado pendiente de los hijos a que los hijos estén menos pendiente de nosotros, nos confunde. Pero conviene no arrugarse por ello.
Ahí fuera en la calle, cines, teatros, aulas con múltiples actividades nos están esperando, tanto para que nuestro cerebro continúe su proceso de ebullición aprendiendo lo que no pudimos en otros momentos, relacionándonos con otras personas que, al igual que nosotros, están viviendo nuevos amaneceres y, sobre todo, sirviéndonos de aquello que está al alcance de nuestra mano, sin apenas gastos. Este maná al que quizás no esperábamos, menos en esos momentos, existe y nos da vida, cosa que no hace el sentarse delante de un televisor un sinfín de horas para escuchar las interminables miserias humanas que se asoman a nuestras casas.
Hay que airear el ambiente abriendo las ventanas a opciones nada dificultosas sino todo lo contrario. Dejemos el butacón para el regreso a casa después de haber salido.