Jóvenes de corazón

La película-documental Corazones rebeldes es el primer largometraje del británico Stephen Walker, director de más de veinte películas para la televisión, a quien entrevistan en La gran ilusión, revista de los Cines Renoir, donde cuenta los motivos que le empujaron a rodarla.

Por esas casualidades a las que acercan determinados momentos y tras ver una actuación en Londres de un peculiar coro llamado Young At Heart, formado por ancianos de entre 75 y 93 años, residentes en Northampton, un pueblecito de Massachusetts, concibió la película como una ópera rock corta acerca de la vejez.

La experiencia de Walker no ha podido ser mejor. Porque cree que inspiran las cualidades que ellos representan como la energía, la vitalidad… Además se ha dado cuenta de cómo se puede estar «vivo» a pesar de haber sido desahuciado por una gran parte de la sociedad.

—Son una inspiración, están al final de sus vidas y han decidido vivir cada segundo hasta el final, cantando. Pensamos en la vejez como algo horrible, cuando sólo el hecho de llegar vivos a esa edad es un éxito. Triste sería no aceptarlo así.

La canción Should I stay or should I go? (¿Debería quedarme o debería irme?), irónico título, es uno de los grandes éxitos de The Clash, en esta ocasión en la voz de Eileen Hall, una coqueta nonagenaria componente del grupo y resucitada —la canción— con un nuevo y poderosísimo significado. Porque los componentes de este grupo están llenos de energía a pesar de sobrarles años pero no así las ganas de vivir.

Otra prueba más, por si no había quedado claro, es la interpretación de I feel good (Me siento bien) de James Brown; la llevan a cabo Stan Goldman, un hombre de 75 años que apenas puede andar, y Dora Morrow, una bisabuela de 83 años. Y continúan emocionando cuando el coro canta el éxito de Allen Toussaint R&B Yes we can, can (Sí, nosotros podemos, podemos).

A pesar de que muchos de los componentes del grupo han quedado en el camino y se los suple por otros «guerreros rockeros» con las inagotables ganas de morir con las botas puestas y sin parar de bailar, Stephen Walter, ha aprendido de primera mano «que la vida no se para a los 70, ni a los 80, ni a los 90 años».

Su éxito se ha multiplicado con este documental. Ha permanecido seis meses en la cartelera estadounidense —todo un récord en estos tiempos. «Hay gente que ha vendido sus casas en Colorado o Arizona para mudarse a Northampton con la esperanza de entrar en este coro», ha contado el director.

Tengan los años que tengan, en devedé descubrirán el espíritu de los resistentes en estado puro, incluso a pesar de que arrastren prótesis de caderas, asomen a sus bocas las dentaduras postizas en plena carcajada o entonación, las ojeras tomen un protagonismo brutal y los artríticos bailes se mantengan durante las actuaciones sin desmayar. Son un grupo de mayores —según ellos mismos dicen—, «portándose mal» por mucho que les pese a algunos mal pensantes, que gustan de arrinconar la vejez. Se dice por ahí: el rock nunca muere. Y si no habían caído en la cuenta, todavía están a tiempo.

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