A Francisco G., ingeniero de Telecomunicaciones, no le importó que su primer día le costara un buen pico de su liquidación. Ni su familia, ni la incógnita del futuro, consiguieron frenar su decisión de entrar en un concesionario de BMW y salir con una moto de 1000 centímetros cúbicos, pintura metalizada y todos sus equipamientos opcionales.
—Me calcé las botas, el mono y el casco. Me di una vuelta de antología y de varias horas por la ciudad.
—Y, ¿luego?
—Antes de enfilar la autopista, aparqué frente a una asociación que recoge ropa para venderla de segunda mano y sufragar los gastos de una ONG y vacié la maleta que contenían mis trajes, salvo uno de verano y otro de invierno–– por si tengo que ir de boda–– y me quedé tan ancho.