No se lo esperaba. No contaba con que tendría otra vez que dar la papilla, cambiar pañales, esperar a la puerta del colegio… Todavía se acordaba de cómo hacerlo. Pero ¿y cuándo su nieto tiene que hacer los deberes y, claro, sus padres están trabajando y es usted quien tiene que ocuparse de enrevesados ejercicios de lengua de los que apenas reconoce algo? ¿Dónde quedaron los sujetos, complementos circunstanciales y todo aquello que ahora se llama de otra forma?
Y ¿las raíces cuadradas, las valencias? Pase lo de la consola, la clase de judo y la agenda social de sus nietos en cuanto a fiestas de cumpleaños, sólo comparable a la de un político en campaña, pero y, ¿la jerga que emplean en abreviaturas o palabros sacados de esas máquinas que manejan? Por no hablar de los cientos de conflictos y problemas de conducta que parecen tener y que probablemente cuando sus propios hijos eran pequeños a usted le pasaron inadvertidos.
Tampoco esperaba todas las oportunidades que se presentan hoy a quien no hizo otra cosa más que trabajar. Que si viajes, que si talleres, que si gimnasio.
Y ahí va, un poco a rastras ––por acompañar a su pareja, porque no lo ha podido hacer nunca, y hay que aprovechar, porque hay que mantenerse–– a Benidorm, al Pirineo; a bailes de salón, a marquetería; a la Fiesta de la Matanza en un pueblo de Cáceres, al campeonato de mus de su barrio. Un sin parar.
En la página www.gentgran.org de Cataluña aparece el siguiente artículo:
«Los estudios vuelven a dar la razón a aquellos que hablaron hace ya una decena de años del “síndrome del abuelo esclavo”. Según los datos extraídos de un estudio efectuado en el consultorio de Linyola (Lleida), y presentado en el último congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (SemFYC) celebrado en Madrid, la mitad de los mayores que cuidan a diario de sus nietos mientras sus hijos trabajan, sufre ansiedad, estrés y tiene un sentimiento de frustración. ¿Remedio? Los médicos de familia recomiendan algo que para muchos no es nada fácil: decir a sus hijos que no pueden hacerse cargo de esa tarea. Los expertos piden a los padres que recuerden que si es agotador cuidar a uno o varios niños, más aún lo es para los mayores de 75 años, máximo cuando este trabajo se les impone como un deber».
Habrá que pensar que la otra mitad disfruta con ello y aunque a menudo se cansen y se vean sobrepasados por la situación, les compensará con creces la segunda oportunidad que les ofrece la vida de enseñar y acompañar ahora a los hijos de sus hijos, precisamente cuando cuenta con toda la paciencia del mundo. Por lo menos ya sabe lo que no hay que hacer. Y no se deje desanimar por los que creen que la experiencia es como un peine que le dan a uno cuando ya está calvo.
En cuanto al corre corre de los otros, ya sabe lo que decía Cicerón: «Es preferible ser viejo menos tiempo que serlo antes de la vejez».